Basta caminar por sus calles para entender por qué: casas, puertas, pasajes y escaleras están pintados en mil tonos de azul, creando un paisaje que hipnotiza y que la ha convertido en una de las ciudades más atractivas del mundo para visitar.

Un poco de historia
Chefchaouen nació en el siglo XV como un pequeño asentamiento bereber en las montañas. Allí también se refugiaron moriscos y judíos que huían de España, lo que explica el aire andaluz de su medina. Durante mucho tiempo fue considerada una ciudad santa y estuvo cerrada a los extranjeros; hoy, en cambio, se transformó en uno de los destinos más encantadores de Marruecos.

¿Por qué azul?
Las teorías sobre su colorido son varias y encantadoras. Una dice que el azul ahuyenta a los mosquitos, otra que refresca las casas bajo el sol africano. También se cuenta que fueron los judíos quienes lo adoptaron como símbolo espiritual, recordando el cielo y la divinidad. Sea cual sea la razón, lo cierto es que este color lo invade todo y le da a la ciudad una magia única.

Pasajes que invitan a perderse
Caminar por Chefchaouen es dejarse llevar. Las calles se estrechan, aparecen escaleritas escondidas, rincones con macetas de flores y puertas talladas a mano. Cada giro regala una postal nueva. En el camino, siempre hay tiempo para detenerse en una pequeña terraza y probar un té de menta bien dulce o un queso de cabra local, dos clásicos que completan la experiencia de perderse en la ciudad azul.

Más allá del color
El entorno natural de Chefchaouen es otro de sus grandes atractivos. Rodeada de montañas, es la puerta de entrada al Parque Nacional Talassemtane, un paraíso de senderos, bosques de cedros y cascadas escondidas, perfecto para los amantes del trekking y la naturaleza. Muy cerca también está la famosa Cascada de Akchour, donde se puede caminar entre cañones y refrescarse en aguas cristalinas.

Cómo llegar y cuándo ir
Chefchaouen está ubicada a unos 110 km de Tánger y a 250 km de Rabat. Se puede llegar fácilmente en autobús o taxi compartido desde Tetuán, Fez o la propia Tánger.
La mejor época para visitarla es la primavera (abril y mayo) o el otoño (septiembre y octubre), cuando el clima es más suave y se pueden disfrutar tanto sus calles como las caminatas por los alrededores.

Una ciudad que enamora
Chefchaouen no es solo un lugar para ver: es un lugar para sentir. El azul de sus muros transmite calma, sus sabores completan el viaje y su entorno conecta con la naturaleza en estado puro. Por eso, no sorprende que figure en tantas listas de “ciudades más bellas del mundo”.
Visitar Chefchaouen es entrar en un sueño azul del que nadie quiere despertar.