Este coloso de acero y concreto se eleva nada menos que 625 metros sobre el río Beipan, un abismo que hasta hace poco parecía imposible de atravesar. Con sus 2.890 metros de longitud, el puente colgante tardó tres años en construirse y ya se convirtió en un nuevo hito de la ingeniería china.

Pero más allá de los números, lo que asombra es el cambio que trae para la región. Lo que antes era un viaje de más de dos horas por caminos serpenteantes en el fondo del cañón, ahora se recorre en apenas dos minutos. Una hazaña que no solo acorta distancias, sino que también conecta comunidades, fomenta el turismo y vuelve accesibles paisajes que hasta hace poco estaban reservados a los más aventureros.

Un puente, muchas historias
Guizhou, famosa por sus montañas y cañones, era hasta hace algunas décadas una de las zonas más aisladas del país. Hoy se transformó en una vitrina de megaobras: allí se encuentran varios de los puentes más altos del planeta, como el Beipanjiang, que ahora cedió su récord al flamante Huajiang.

La provincia también guarda otro encanto: pueblos tradicionales de madera, culturas ancestrales de las etnias Miao y Dong, y una gastronomía que no escatima en picante. El contraste entre lo milenario y lo ultramoderno hace que visitar la zona sea algo más que una excursión de vértigo: es un viaje entre tiempos y mundos.

Si algún día pasás por allí…
No todo es mirar hacia abajo y sentir un cosquilleo en las piernas. El puente se convirtió en un atractivo en sí mismo, y muchos viajeros ya lo incluyen en sus recorridos por Guizhou. Entre cruce y cruce, siempre hay lugar para explorar aldeas, probar los famosos fideos locales o perderse en cuevas de piedra caliza que parecen salidas de una película fantástica.
Por ahora, desde este lado del mundo, solo queda maravillarse: el Puente del Gran Cañón de Huajiang no es solo un récord de altura. Es también un recordatorio de cómo la ingeniería puede cambiar la vida de una región… y de cómo el vértigo, a veces, puede convertirse en arte.

